Especialmente para Fortín Mapocho
Hay días en que leyendo las noticias de Chile y del mundo me arrepiento de haberlo hecho. Y he escuchado, que a otros cuantos les sucede algo similar.
Y sin embargo los personeros o voceros del poder, no se cansan de hablar todos los días de un mundo en el que nadie vive. Quiero decir, de un mundo inexistente, excepto para ellos mismos.
Es increíble. No existe farsa teatral, película para niños, o films de ciencia ficción que supere las fantasías – en realidad falacias - de los jerarcas del poder. Y sin embargo aceptamos sumisamente sus descaros y su estulticia.
El afán de consumir nos tiene tan desarmados – atontados es la palabra -, ante los sinvergüenzas, que éstos nunca antes habían tenido tan despejado el campo para hacer con nosotros lo que se les da la gana. Nos tienen tan ocupados en resolver nuestro día a día, y sobre todo, ansiosos de obtener la última “huevada tecnológica” que ha salido al mercado – aunque no tengamos donde caernos muertos -, que una elite se contempla todos los días ante el espejo felicitándose por formar parte de la “Listocracia”.
Los listócratas son cada día menos, pero por lo mismo cada día son más poderosos. Los medios de comunicación, la Banca, la Bolsa, la industria, se concentra cada día en menos manos.
Al mismo tiempo, cada día son menos los “náufragos” que aún se aferran al salvavidas de pensar, de preservar su conciencia crítica.
Porque las grandes mayorías estamos envenenados con la pócima que nos inyecta a diario la listocracia: pensamos, hablamos, sentimos, deseamos, nos vestimos, y en definitiva, concebimos la realidad, de acuerdo al mensaje de los listócratas.
De los listócratas, he dicho bien. No ya de los “nobles”, de los “clérigos”, de los “burgueses”, de los “empresarios”. El listócrata no es una nueva clase social, es una especie de sincretismo, si se me permite, y a la vez un híbrido. Es un bicho ambiguo, transversal, generalmente especulador – no sólo en las finanzas -, quien eventualmente puede estar ligado a una actividad productiva, siendo su fin último sin embargo la especulación de capitales y de los valores éticos. El listócrata, ha transformado la filosofía, la ideología, las religiones, la política, en asuntos instrumentales para defender y acrecentar su poder.
Y los “huevonócratas” que constituimos la “Huevonocracia” – antes se nos denominaba esclavos, siervos, masas – estamos permeados de la misma actitud avalórica que los listócratas. Aunque siendo más inocentes que ellos, los huevonócratas creemos aún defender valores, pero en el fondo – inyectados con la pócima antes dicha - nuestros actos diarios develan nuestra aspiración de ser listócratas. Por cuya causa vivimos con los huevos y los ovarios ocupando el lugar de las amígdalas.
Porque ante tan estúpida aspiración, vivimos permanentemente frustrados y endeudados. Sin darnos cuenta que este mundo real, elaborado por la listocracia, es cruel. No hay consuelo. No, señores. Oremos, pero no nos turbemos: “De los pobres NO será el reino de la Listocracia”. En el reino de la listocracia sólo tienen cabida los que son capaces de matar a su madre si es preciso, pero haciéndolo de tal modo que no les salga “ni por curado”.
En Estados Unidos estos especímenes, sobran. Aquí mismo donde vivo, Canadá, también. En Chile para qué decir, ladrones y genocidas, además de otras yerbas…
Como miembro de la huevonocracia, sabiendo que los medios de comunicación, en manos de la listocracia, no dan cuenta de la creatividad del hombre en las ciencias, educación, arte, etc., sabiendo eso, digo, vivo con la esperanza que los “náufragos” – entre ellos mucha gente joven felizmente - logren llegar a las playas.
Y una vez allí, se reconozcan unos a otros. Y emprendan el largo camino de la unidad, cruzando los montes. Deteniéndose ante los antiguos árboles que ya dieron sus frutos, y que sin embargo hoy son útiles para montarse sobre ellos, y desde su altura, con nueva mirada, ver los nuevos horizontes
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